El rojo corazón de sus labios,
incendiados por la raíz abierta,
supo guiar musicalmente sus brazos
hasta estampar sobre el sólido tiempo
a todo el quebrantado pecho humano.
Y ahora la mirada eterna de los siglos
se cruza febril ante mis ojos lacios
y se hunden en las entrañas de la tierra,
allí donde nació el Saquia de tus manos.
Encuentro llenas de azufre, tus palabras,
el mismo azufre de mis venas de mayo,
el azufre de tu tinta y de su aliento.
La rosa que sembraste con sus voces
sobre el último suelo salaz del mundo,
hoy crece sobre la carne de los bosques,
y sobre el pálido metal de los muertos,
su flor germina en cada uno de sus nombres.
Pero ha caído el silencio de azófar
y su recuerdo ilustre se retuerce:
la comunal voz de la gran huelga
y el escarlata tren de los inocentes
anclados en el confín de los tiempos.
Sin embargo, tu flor, roja de lucha, crece,
porque esta tierra no podrá olvidar tu huella,
porque siguen sangrando heridas y se tuerce
y disloca el pueblo deshecho en el humo.
El rojo corazón de tus labios,
la rosa roja de tu minera obra
han derribado la mina de mis brazos
en la solemne música del recuerdo
hasta hallar en mis ojos cercenados
la milagrosa fuente de sus almas.
A los mineros de Riotinto, a las mujeres de la cuenca, a sus hijos y sus hijas quienes partieron en los trenes, a su lucha eterna y a Concha Espina por convertirlos en una leyenda aún más alta a través de casi un siglo con El Metal de los Muertos.
MEMORIA ETERNA A LOS Y LAS HUELGUISTAS DE LA GRAN HUELGA DE 1920, QUE SU EJEMPLO, SU MEMORIA Y SU LUCHA NO SE PIERDAN EN EL SILENCIO DEL OLVIDO
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