El poder de la memoria

El viento se vuelve gélido como la noche a cada paso, a cada latido del tiempo. Las miradas se agachan y sus ojos se clavan en la tierra, ciegos de miedo, malditos de indiferencia… Y aquellos que parecen tener aún la cabeza alta, cierran a cal y canto el alma de sus caras.

Poderoso es el dolor, pero más poderosa es la rabia.

El viento no cesa y se hace cada vez más frío y oscuro, plagado de silencios como noches de cementerio, a cada paso y a cada latido del tiempo. No hay rincón seguro ni refugio donde esconderse, ya no son hogareños los barrancos ni acogedoras las sierras. Los puños se cierran, no como en aquellos años de firmeza y resistencia, sino resignados y agotados. Y quienes aguantan como antaño, se desvanecen ante nosotros ciegos.

Poderoso es el dolor, pero más poderosa es la rabia.

El viento se hace insoportable y la oscuridad deshace toda esperanza. El frío se extiende y abarca cada pecho y cada aliento. El silencio se hace sólido como la muerte y solo la soledad nos acompaña y con cada paso y a cada latido del tiempo vuelve a morirse la esperanza.

Poderoso es el dolor, pero más poderosa es la rabia.

Ha de saber el viento y ha de recordar nuestro pecho que hay cunetas aún calientes, que hay paredes aún sangrantes y que entre ellas hay voces que jamás llegarán a perderse, las voces que hacen latir mi pecho y que hacen vivir mi garganta. Poderoso es el dolor, pero más poderosa es la rabia, y aún más poderosa es la memoria escrita con la sangre de nuestra clase proletaria.

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